Era un día de octubre de 2015 cuando hacía este collage, no pensaba más allá que en la sensación de desconexión y relajación que estaba sintiendo.
No había pasado, no había futuro, solo ese preciso momento.
Tampoco había presión por una entrega, ni a ver que le parece a un cliente. En ese momento yo decidía, yo tenía el mando.
El collage surgió como una contraposición de ideas, una bailarina que le atan unas raíces al suelo. También me gustaba pensar como si se tratara de un cuento en el que un árbol se convierte en bailarina, pero por alguna extraña razón, quizás una maldición, no podrá mover una de sus piernas ya que son las raíces que la sustentan. Podrá mecerse eternamente pero sin moverse de ese mismo lugar.
Un drama.
Y ahí empezó lo que era un juego para mí. Juntar imágenes, mezclarlas y contar una historia con ese collage.
Y me enganché, hasta el punto que esa sensación que tuve cuando hice el primer collage la necesitaba sentir más a menudo.
Paso el tiempo y esa sensación llego a ser una parte fundamental en mí y sigue ocurriendo actualmente.
Por eso siempre digo que con este collage empezó todo y por eso es tan especial para mí, porque sin querer estaba surgiendo algo que tardé tiempo en ver, pero cuando por fin lo vi ya no quise apartar la mirada.
En las fotos os dejo las imágenes sueltas que forman el collage, así también podéis ver un poco el proceso de trabajo del primer collage.
También os dejo algunos de los productos que han surgido tiempo después.
Y entonces la llamó Otoño.
Desprendida de todo.
Dejándose mecer.